En el aula la maestra brillaba, con su risa nos hacía aprender, pero la Muerte, astuta y callada, decidió que era hora de volver. Un día llegó con un disfraz, y entre risas nos hizo temblar, la maestra pensó que era un compás, pero ya venía para llevar. Hoy enseña en un reino lejano, donde el saber nunca se acaba, aunque en el aula hay un hueco humano, su legado jamás se deslava. Doña Clara, siempre activa, con libros llenos de ilusión, la Muerte llegó sin ser cautiva, y la llevó a su propia lección. En su clase todo era magia, los cuentos volaban al volar, pero la Muerte, en su estrategia, decidió que era tiempo de zarpar. Ahora narra en el cielo estrellado, donde las letras nunca se acaban, y aunque la extrañamos, el legado, sus historias jamás se desgastan. Maestra de ciencias, exploradora, con su bata y su gran pasión, la Muerte vino con su aurora, y la llevó a otra dimensión. Entre frascos y fórmulas brillantes, su risa era pura inspiración, pero la Parca, en sus instante
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